El aula donde se reunían cada domingo durante los últimos tres meses está llena de rostros risueños que terminaron una versión más del curso de Alzhéimer que se desarrolla en la sede del Centro Hispano–Boliviano, ubicado en la zona de El Carmen. Ese mismo día los alumnos recogieron sus certificados pero también se inscribieron a otro curso que empieza en febrero sobre geriatría. “Cuidar a personas mayores ya no es cosa de improvisación” dice el profesor cuando les dirige unas palabras en la despedida.
Entre el grupo de caras femeninas que dominan el salón se divisan la de dos varones que también trabajan como cuidadores de ancianos en Madrid. Por las aulas sólo de esta sede ya han pasado alrededor de 1200 personas desde 2005 que participan en los diferentes cursos que organiza la casa de los bolivianos en sus tres sedes en Madrid y en otras comunidades de España. El de geriatría y cocina son los más demandados. Estrella Muñoz, coordinadora de los cursos, resalta la gratuidad y accesibilidad de los cursos a los que a veces acuden personas de otras comunidades inmigrantes.
Las clases también han permito la socialización de las personas que toman el curso como una oportunidad de relajamiento después de una semana de trabajo. Según la encargada, los cursos facilitan en gran medida la inserción laboral de las personas que necesitan tener conocimientos básicos en algo para buscar un empleo. “Cada vez es mayor la demanda de personas para capacitarse y por eso algunos cursos han pasado a ser fijos mientras que otros se van renovando según las solicitudes” indica.
Nélida Calero sabe muy bien el valor de la capacitación por eso quiere continuar con el curso de geriatría y los que organice la casa de los bolivianos enMadrid. Trabaja desde hace dos años con una anciana pero que aún es independiente en sus actividades, sólo la acompaña. Sin embargo, quiere estar preparada para poder atenderla cuando ya no pueda valerse por sí misma o “detectar a tiempo si tiene alzhéimer”. Esta chuquisaqueña que llegó con 18 años a España considera que el cuidar ancianos es una de los trabajosmás sacrificados y desgastantes porque requiere “estar atentos un 100% mientras se los cuida”
De soldador a cuidador de ancianos
Alberto terrazas d 42 años tiene aspecto de hombre rudo. Alto, robusto, de manos gruesas y mirada fija. No tiene prejuicios ni vergüenza en reconocer que es un “cuidador”, como ellos mismos denominan al cuidado de las personas mayores; oficio que recae en su mayoría en las mujeres. Desde que llegó de su natal Santa Cruz de la Sierra hace dos años y medio, y donde tenía un taller de soldadura, trabaja cuidando a un anciano en la zona de Pueblo Nuevo. Ha sido uno de los más aplicados e interesados de la clase, según resalta el profesor del taller. Cuando se le pregunta cómo ha aplicado las enseñanzas dice sin rodeos: “Aprendí a tener más cuidado con la sonda, en la alimentación y cómo debo manejarlo para no lastimarlo cuando lo traslado”, afirma. “Sabe que estoy ahí al lado izquierdo de la cama”.
Víctor Arancibia nacido en La Paz hace 33 años es el profesor del curso pero también trabaja hace unos años con un anciano que sufre de Alzhéimer. Psicólogo de profesión de ofreció como voluntario
para dar estos cursos ya que vio la necesidad de enseñar su experiencia a las personas que trabajan con este tipo de enfermos. “Hay que tener mucha paciencia y control ya que podemos terminar consumidos y agotados porque son personas especiales”, dice al resaltar que “su abuelito” se desorienta cuando no lo encuentra en el lado izquierdo de la cama. “Son personas que se van olvidando de todo con el paso del tiempo, incluso de comer. El cuidador es pieza clave para ser su referencia de la realidad” sostiene.
Inquieto y perseverante llegó hace tres años a Madrid y tuvo que caminar y buscar mucho para conseguir el trabajo que ahora tiene. “Cuido a un alto cargo de la iglesia”, dice sin querer revelar el nombre. Comenzó buscando trabajo en las iglesias donde se le presento la oportunidad de cuidar a un anciano que tenía Alzhéimer y luego por una recomendación llegó a su actual paciente. Pese que era un campo que desconocía, su perseverancia e interés le llevó a investigar y hacer cursos sobre el Alzhéimer. Su formación como psicólogo le ayudó para aplicar en el campo de la terapia la teoría que iba adquiriendo. “En España hay 800.000 personas con Alzhéimer y unas 2.000 sin diagnostico.
Para 2050 serán 100 millones” señala enfático, haciendo gala de sus conocimientos. “El cuidador muchas veces tiene que cargar con las rabietas, la ansiedad y problemas de estas personas enfermas y eso te va desgastando, te estresa. Se requiere mucha paciencia y fortaleza para que no les consuma este tipo de trabajo”, advierte. Por eso los cursos de Víctor,además de dar las pautas necesarias sobre el cuidado de las personas mayores con Alzhéimer, también tiene el objetivo de crear un ambiente de tranquilidad y compañerismo entre los participantes. “Es bonito escucharles cuando dicen mi viejito esto y lo otro y poder ayudarles a mejorar su trabajo”. Arancibia tienen planeado ponerse en contacto con otras asociaciones bolivianas en otras ciudades para llevar su experiencia. “Es el único centro donde se da este curso y deberíamos extenderlo a otros centros para que se beneficien más compatriotas”, afirma.
Pero las aspiraciones de este inquieto profesor no terminan ahí.Ha tomado cursos de locución y sueña con tener un programa, en España, sobre el Alzhéimer para llegar a más personas que trabajan o tienen un “El cuidador es la referencia de la realidad de los enfermos de Alzhéimer”. familiar con esta enfermedad. “No pienso rendirme nunca. Seguiré aprendiendo y quiero quedarme a trabajar aquí en el cuidado de estas personas”, dice esperanzado mientras suelta un gran suspiro.
Una alumna voluntaria y activa
La cochabambina Roxana Bautista de Quintero es prácticamente el alma del grupo. Ayuda también en el departamento jurídico y gracias a sus gestiones sus compañeras y ella participaran en el curso de geriatría que empieza en febrero. Su paciente lleva una veintena de años en silla de ruedas y su trabajo se complica a la hora de trasladarla. El curso le ha servido, como ella misma reconoce, “para aprender a bañarle y trasladarle a su abuelita ”. Roxana llegó a Madrid hace dos años empujada por las deudas y el despido imprevisto de su esposo que ya no podía ayudarla, pero aquí ha encontrado una familia en la comunidad de bolivianos y donde dice que se siente como en casa luego de un semana agotadora de trabajo como interna.