En la actualidad Fausto Miño es uno de los cantantes más sonados en Ecuador, sus temas como Era o Usted es hermosa, ocupan los primeros lugares de los ranking musicales. No hay lugar en el que este espigado muchacho nacido en Ambato, hijo de quiteño y chonera no sea reclamado por sus fans. No es un secreto que en Ecuador, así como en otros países sudamericanos, existe una separación racial enorme. Andinos y costeños están en una permanente batalla –encubierta– para demostrar quien es mejor. Fausto lleva en su sangre ambas culturas y por eso tituló su primer disco SerraCosteño, para demostrar que la separación era un error y más bien había que aprovechar esa mezcla para crear cosas propias.
“Mi primer disco se llamó SerraCosteño justamente para demostrar que la mezcla existe y es positiva. Entre Quito y Guayaquil siempre hay rivalidades y eso es lamentable. Yo soy un artista serrano, hablo como serrano y he tenido que pelear desde cero, he enfrentado mi problemática. Cuando he ido a radios de algunas ciudades ecuatorianas sentía que no jugaba de local. Pero hoy en día soy un artista nacional, mis discos se venden en todo Ecuador. Hay que trabajar para todo el público no sólo para un sector o para ser famoso y tener novias”, explica el cantante.
De ese primer trabajo discográfico, que salió al mercado ecuatoriano hace tres años, destacaron canciones como Sometimes Ok, Baila mi vida y Usted es hermosa. Fausto lo tenía claro, ese era el camino a seguir. Bendijo el momento en el que una lesión hizo que se alejara del fútbol y cogiera la guitarra para empezar a componer. En ese primer trabajo la fusión entre instrumentos folclóricos con otros más caribeños como las congas, por ejemplo, fueron notorios. “En toda mi música siempre vas a encontrar fusión entre lo moderno y algunos instrumentos folclóricos, con esto quiero decirle al mundo que tenemos un sonido propio. Podemos hacer bailar a los alemanes, a los belgas o los españoles y por supuesto a los hermanos latinoamericanos. Yo busco el sonido ecuatoriano y a veces lo logro”, afirma. Con sus temas sonando en las radios y al darse a conocer masivamente, Fausto pasó a ser un personaje público, un artista al que las chicas querían tocar, besar. En un primer momento esto le cayó como un baldazo de agua fría. Solo era un joven que componía temas, ¿porqué tanto alboroto?, se preguntaba. “Yo creo que la fama es la peor enemiga del arte, es un problema. De hecho puede detener una carrera exitosa. Yo quería compartir mis canciones con la gente pero no perder mis libertades. Cuando eso empezó a suceder me dije que como era posible no poder entrar a un centro comercial porque las niñas me querían cortar el cabello o llevarse un pedazo de mi chompa”, recuerda Fausto.
Ante esa situación, acudió, dice, a Dios. “No le pedí que me ayudará a superar eso, sino que me pusiera en el lugar donde le fuera más útil. Si tenía que regentar una cevichería siéndole útil, que me deje allí. Pero si mi carrera tenía que trascender hacia Latinoamérica o el mundo, yo estaba dispuesto. Por eso pedí paz para hacer este trabajo. Hoy en día ya no me amargo –aunque hace un par de años que no voy a un centro comercial–, pero ya estoy contento con el rol que me ha dado la vida”, enfatiza.
Fausto declara que no busca parecerse a nadie, a pesar de que muchos digan que es el Carlos Vives de Ecuador. “A veces me molestan con eso (risas) y yo digo que está bien pero yo voy a competir buscando mi sonido propio, a ser honesto con la gente”. La música de Fusto Miño pertenece al ámbito latino con color andino, es muy pegajosa pero a la vez trata de contar historias íntimas, dulces (a veces empalagosas) pero siempre dentro del mestizaje, no buscado sino del que se lleva en la sangre. “El que cobra mis discos es mi disquera y el que vende mis espectáculos es mi manager. Yo cosecho afecto y eso se logra porque no vendo nada a nadie sino regalo mis historias de la mejor forma posible”, subraya.