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Cerebros que no se fugan

La cifra de alumnos colombianos que salen al extranjero a hacer estudios de posgrado no es muy alta porque los elevados costos que conlleva estudiar fuera del país se convierten en un gran impedimento. La joven psicóloga colombiana Natalie Villegas Rondón, que llegó el pasado noviembre a hacer un máster en Psicología Clínica y Forense a la Universidad Complutense de Madrid, nos cuenta que los dos años de sus estudios de posgrado cuestan 5.200 euros y que para poderlos pagar ha recurrido a sus ahorros y al apoyo económico de su familia. Para su estadía en España logró una beca con el Instituto de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior, ICETEX, con la que aseguró el hospedaje, la manutención y el lavado de ropa durante un año en el Colegio Mayor Colombiano Miguel Antonio Caro, de Madrid.
Quienes salen a estudiar al extranjero lo hacen para mejorar académicamente y para hacer algo por  Colombia. “El área de la psicología que estoy estudiando en España recién está naciendo en mi país”, dice Natalie. Añade: “Me gustaría ayudar a mejorar el sector de la Justicia ya que el problema que tenemos allí es que mucha gente no está preparada tal y como lo exige el campo forense”.

Ver el país desde afuera
“Es una experiencia que recomiendo. Compartir el aula con estudiantes de diversas partes del mundo enriquece los debates que surgen en la academia. Además, salir nos permite ver el país desde la distancia y, por tanto, reflexionar sobre nuestra realidad ya que a veces terminamos habituándonos a cosas que normalmente deberían horrorizarnos o sacudirnos” dice Gabriel Ruíz, un licenciado y máster en Filosofía que llegó hace siete meses de Colombia a hacer un máster en Comunicación y Problemas Socio culturales en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
El máster que está haciendo cuesta 2500 euros. Paga una parte con la beca que le concedió la Asociación Universitaria Iberoamericana de Postgrados, AUIP, con sede en Salamanca, y otra con sus ahorros. Cuando llegó a Madrid se ganó una beca de colaboración que le permite trabajar media jornada en su Universidad a cambio de un pequeño salario con el que puede sobrevivir. No es difícil que por la mente de las personas que vienen a estudiar pase la idea de quedarse. Pero en la mayoría de los casos son más fuertes los proyectos profesionales que tienen en sus países de origen. En el caso de Gabriel él quiere regresar a Colombia a promover desde la Universidad la investigación.

Recogiendo frutos

En el año 2000 llegó a España el microbiólogo colombiano Ramón Ovidio García y, después de cinco años de estudios, de obtener la Suficiencia Investigadora y entregar su trabajo experimental recibió el título de doctor en Microbiología Molecular y Biotecnología de la Universidad de León. Durante esos años se sumergió en la investigación del hongo que se emplea para la producción industrial de antibióticos como la penicilina. Ramón pudo empezar sus estudios en España gracias a una de las becas que concedía la Agencia Española de Cooperación Internacional, AECI, para cursar estudios de doctorado. Pero no todo fue color de rosa. En el año 2002 se redujo la duración de las becas y él fue uno de los cinco mil becarios que se quedaron sin ayuda. Pero, afortunadamente, su sueño no se frustró. La Universidad de Pamplona de Colombia, en la que trabajaba antes de viajar, le concedió una comisión de estudios para que pudiera finalizar su tesis doctoral –durante tres años-. Ramón, a cambio, se comprometió a retribuir en tiempo de trabajo el esfuerzo hecho por la institución.
Dicho compromiso es de tres años de trabajo por cada año de estancia en España. A finales de 2005 regresó a Colombia y, desde entonces, no han parado sus logros. En 2006 se creó el Grupo de Investigación en Microbiología y Biotecnología y fue nombrado director de ese departamento. En el 2007 fue elegido Decano de la Facultad de Ciencias Básicas de la Universidad de Pamplona y formó parte de la Asamblea Colombiana de Facultades de Ciencias. Actualmente planea retomar su proyecto de investigación.
“Culminar la formación académica en otro país te permite valorar lo que tienes y compruebas que, a pesar de las circunstancias, las instituciones de educación superior en Colombia pueden dar la talla. Y, lo más importante, que con voluntad política se pueden conseguir transformaciones significativas”
concluye este cerebro no fugado de 33 años de edad.

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