El barrio madrileño San Cristóbal de los Ángeles ha sido el escenario donde nueve antisociales españoles se han ensañado contra una familia ecuatoriana usando sus puños, insultos, garrotes y su completa ignorancia de cómo vivir en sociedad.
Los medios de información se han hecho eco de esta noticia por la que han saltado nuevamente las alarmas por culpa de esa lacra social llamada racismo y xenofobia.
Mónica Llumiquinga, una de las mujeres agredidas, todavía tiene pesadillas y de su memoria no puede borrar la cobarde agresión de la que fueron víctimas.
Este nuevo hecho de odio racista es una muestra de que en España falta mucho por hacer en cuanto a la tolerancia y la convivencia y que los castigos contra aquellos delincuentes que, sin motivos, agreden a los más débiles, deben ser ejemplares.
Es lamentable que vuelva a ocurrir algo parecido a lo de Barcelona, donde el agresor se presentó ante el juez con una cara de niño bueno y arrepentido y apenas le cayeron 8 meses de cárcel y 6.000 euros de indemnización.
Insultos como “os voy a matar, os voy a meter ostias a todos, largaos de aquí, extranjeros de mierda, largaos de aquí”, es el lenguaje que utilizaron las bestias que agredieron a la familia inmigrante en la que además habían un niño de 8 años, una joven embarazada y dos adolescentes.
Este tipo de agresiones no deben ser toleradas y las soluciones está en mano de jueces quienes, al final, tienen la última palabra y la mejor arma, la justicia.