Ocio Latino-. Tras la muerte de un joven inmigrante nepalí que trabajaba con la empresa de repartos de comida Glovo en Barcelona, Ocio Latino ha podido conocer en exclusiva, que muchos de estos empleados no tienen permisos de trabajo, y se exponen día a día a trabajar sin los más mínimos derechos como le ha ocurrido a este joven que falleció tras ser arrollado por un camión de la basura.
Glovo ahora saca a relucir un hecho que todo el mundo sabe, pero muchos callan, que este chico trabajaba de forma ilegal y suplantaba a otra persona que se había dado de alta en la aplicación de Glovo para repartir comida.
Pujan Koirala, sin papeles, sin trabajo estable y sin familia ni amigos en España que le pueda ayudar, aceptaba estas sustituciones como su única forma de subsistir. Tenía experiencia llevando motos y bicis en su Nepal natal, pero no conocía bien la ciudad de Barcelona. El sábado por la noche asumió un reparto de comida pasadas las once de la noche de una cuenta de su compañero de piso. Por uno de estos viajes, un repartidor suele cobrar no más de 5 euros.
Se desconocen los motivos que provocaron el siniestro. Pujan rodaba a bordo de su bici, con el pedido dentro de una mochila de Glovo. A la altura del crcue entre la calle Balmes y la Gran Vía, un camión municipal que hacía las tareas de limpieza cruzó a toda velocidad y se lo llevó por delante. El joven perdió la vida en el acto.
EL NEGOCIO DE COMPARTIR LAS GANANCIAS
El negocio que se mueve para trabajar en Glovo u otras empresas de reparto parecidas es el que está proliferando entre personas que tienen la documentación en regla y alquilan más tarde a otra persona sin papeles su cuenta y cobran un porcentaje de las ganancias obtenidas.
«Muchos necesitamos trabajar y esta es la única manera de sobrevivir a esta situación tan precaria que vivimos día a día. Tenemos que pagar arriendo, comida, y demás, y tenemos que aceptar lo que venga. La cuenta de Glovo la he obtenido a través de un conocido que me cobra por explotarla. Para ello tengo que darle una parte de lo que gano en un día. Fuera de que me mato para llevar algo a casa tengo que compartir el fruto de mi trabajo con otro o si no se la pasa a alguien más», reveló Mauricio, sin apellidos, quien llegó de Venezuela hace pocos meses, y ha encontrado en esta labor la mejor forma de poder salir adelante.
«Si tú ves la mayoría de los que reparten comida son venezolanos. Algunos no tememos los mecanismos para regularizarnos, y a pesar de que estamos haciendo algo indebido, no tenemos otra opción», puntualizó el raider, como así se hacen llamar estos chicos que en una bicicleta cargan en sus espaldas una mochila amarilla cuadrada».