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Carlos Vives metió goles musicales en la Plaza de Sol de Madrid

Por: Víctor Sánchez Rincones

Ocio Latino-. María es una colombiana que llegó de Toledo para ver a Carlos Vives en Madrid en la Plaza de Sol. Se enteró por Ocio Latino que el artista cantaba, y no dudó en madrugar y apostarse en primera línea para ver a su artista preferido.

«Estoy en España hace cinco años, y nunca había podido ir a un concierto porque no me lo he podido permitir, ya que lo poco que gano es para enviarlo a mi país».

María está feliz, y más porque Carlos Vives es su artista preferido. «Amo sus canciones, su humildad; es la imagen más bella que podemos tener los colombianos en el mundo».

La Plaza de Sol es un mar incesante de público. Por todos lados se ven aficionados del Liverpool con cervezas en la mano, algunos casi borrachos. El sol es inclemente y a lo lejos se ven sombrillas. Muchos llevan la camiseta de la selección de fúltbol de Colombia. Otros van ataviados con el suéter del Junior de Barranquilla, un equipo de primera del país cafetero.

A las 14:00 horas ya la plaza está casi llena, pero el calor que hace es un infierno. La poca sombra que hay invita a que todos se lancen por ella. «Estamos desde las 10:00 am. Vinimos porque Carlos Vives  es nuestro ídolo. Nos enteramos a través de un cartel en la redes sociales que tocaba gratis. ¿Gratis? La verdad no lo creíamos, y aquí estamos para reventarnos la garganta y cantar todas sus canciones. Estamos felices. Parece que fuera un carnaval, y la alegría que nos embarga no tiene precio».

En la distancia veo una pareja bailando con la música del DJ. Nacieron en Barranquilla, pero viven en España hace 19 años. Danzan como si nada les importara, como si la vida fuera ese momento, y el mañana no existiera. Cuando los observo la chica me mira, y me devuelve su felicidad con una sonrisa».

A medida que se va llenando la plaza los empujones no se hacen esperar. Carlos Vives acaba de llegar. Sus músicos suben a tarima, y él lo hace faltando 5 minutos para las 16:10, hora en la que debe arrancar el show. Va ataviado con una chaqueta gris, camiseta negra que dice «El rock de mi pueblo», y un vaquero azul. Antes de subir al escenario, el grito no se hace esperar cuando el público que está apostado a un lado de la tarima lo ve. Él sin dudarlo devuelve las muestras de afecto con besos y abrazos. A Carlos se le ve emocionado, se le ve feliz. En muchas entrevistas me ha dicho que «cantar es su vida, que la música es su vida, y que no hay nada más bello que regalar felicidad a los demás».

El tambor empieza a sonar, se escucha el bajo, la gaita indígena y, por supuesto el acordeón de Egidio Cuadrado. Enseguida sale Carlos Vives, y el grito ensordecedor es un himno. La parranda acaba de empezar y Carlos se arranca con temas como ‘Fruta fresca’, ‘La Tierra del olvido’, ‘El arrepentido’ que grabó con Melendi, y ‘Robarte un beso’, entre otras.

El calor no cesa y ya empiezan a salir los primeros desmayados. Frente a mí pasó una chica con una lipotimia que era llevada a toda prisa por grupos de socorro. También observo a muchos niños pequeños, que sudan a mares. Padres irresponsables exponiendo la seguridad de sus hijos en un evento multitudinario es una vergüenza.

El grito de Vives no cesa, tampoco las banderas y menos las pelotas de fútbol que el samario lanza al respetado. La plaza ya está a reventar. Al igual que pasó con Yatra el día anterior, la policía taponó el acceso al lugar. Ya no cabe una aguja y los empujones no paran. No hay por donde pasar, y muchos, tratando de buscar un mejor sitio para ver al colombiano se lanzan como misiles sin pedir permiso a nadie.

A pesar del calor sofocante el público está feliz y corea a todo pulmón las canciones símbolo del cantante samario, quien no deja de bailar y agradecer su presencia en Madrid.  Y no es para menos: es la primera vez, desde su realización, que la Champions Festival cuenta con la presencia de dos artistas latinos. Sebastián Yatra, quien brindó su show el jueves 30 de mayo en el mismo lugar donde Vives, fue otro de los colombianos que hizo parte de este evento que quedará enmarcado para siempre en el corazón de más de 20.000 personas que olvidaron sus penas por un día.

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