La actividad de las bandas juveniles violentas en la Comunidad de Madrid no cesa y es cada vez más violenta, pese a un intenso año de trabajo policial y de un plan antibandas que, para algunos expertos policiales «no está dando los resultados esperados».
Hace un año la Delegación del Gobierno en Madrid puso en marcha un plan que en principio iba de choque, llamado ‘Hispano’. Al levantarse las restricciones derivadas de la pandemia, la Policía Nacional observó un repunte de las peleas relacionadas con bandas latinas, especialmente en los madrileños distritos de Arganzuela, Carabanchel, Centro, Latina, Usera y Villaverde, y en las localidades de Alcalá y Torrejón.
Estas reyertas técnicamente son definidas, según un mando policial consultado por Europa Press, como enfrentamientos violentos de «grupos rivales con el objetivo de controlar el territorio para sus actividades delictivas (como venta de droga) y captación, así como las derivadas de venganzas por enfrentamientos anteriores».
El año pasado terminó con varias jornadas sangrientas relacionadas con esta tipología delictiva, entre ellas la del 14 de julio, el crimen más mediático de 2021. Isaac, un rapero de 18 años, fue perseguido por un grupo en patinete, que le asestó tres puñaladas por la espalda en el túnel de la calle Comercio. Cuatro meses después fueron detenidos como presuntos autores cuatro adolescentes, tres de ellos menores, que le mataron supuestamente porque no quería entrar en la banda a la que pertenecían.
En lo que llevamos de 2022 son 5 los muertos y en algún otro crimen también hay presencia de pandilleros aunque la causa no sea concretamente esa. En detalle, los homicidios contabilizados con tipología de bandas este año son los localizados el 1 de enero en la calle Sáhara, en Villaverde; los asesinatos en la calle Atocha y en un parque de Usera el 5 de febrero; el de la calle Alcocer, también en Villaverde, el 27 de abril; y el más reciente crimen de William, en el mismo distrito.
Pero no sólo han aumentado los homicidios por reyertas entre pandilleros. Los heridos, muchos de ellos graves con diversas mutilaciones provocadas por machetes, no han parado de aumentar y superan con creces el medio centenar este año.
«Sólo trascienden a los medios los casos más graves, pero no hay fin de semana sin algún herido en alguna pelea de bandas en alguna parte de Madrid. Cualquier efectivo del Samur o del Summa y cualquier agente ha comprobado la escalada de la actividad de este tipo de delincuentes tras la pandemia», indica a Europa Press una fuente sanitaria.
PLAN ANTIBANDAS Y PERFIL DELICTIVO
La operación ‘Hispano’ tuvo que reforzarse en febrero por el asesinato de dos jóvenes el mismo día atribuibles a las bandas latinas. El hecho de que uno de ellos, de tan solo 15 años, muriera en plena y céntrica calle Atocha rodeado de gente, causó una gran alarma social y mediática que fue determinante para que el plan Antibandas fuera ya estructural y aumentara su número de efectivos.
En él participaron y lo siguen haciendo 500 policías nacionales y 300 guardias civiles, que están actuando especialmente en Arganzuela, Carabanchel, Centro, Ciudad Lineal, Fuencarral-El Pardo, Latina, Puente de Vallecas, San Blas, Tetuán, Usera, Villaverde, Alcobendas, Alcorcón, Coslada, San Fernando y Parla.
La delegada de Gobierno en Madrid hizo un balance hace unos días en la Asamblea de dicho operativo. La Policía y la Guardia Civil han detenido en el último año a 1.399 miembros o simpatizantes de bandas juveniles violentas en la región, de los que el 37% son menores de edad y el 95% hombres.
En los últimos doce meses ha habido 110.000 identificaciones de pandilleros, de los cuales el 56,5% son españoles. Además, se han intervenido 646 armas, solo una de ellas de fuego. Los agentes han requisado 400 navajas y cuchillos, 65 machetes, 5 pistolas detonadoras y 93 batas y puños americanos. También se han levantado 4.360 de actas de droga.
En los últimos años también se han notado una paulatina integración de la mujer en esas bandas, que aún es escasa, pero que dan importante cobertura a los miembros varones. Y también el descenso en la edad de iniciación en la banda, llevando a detectar a incluso niños de 11 años.
Por otro lado, los pandilleros han pasado de organizarse en grupos jerárquicos y piramidales a otras estructuras «más flexibles y dinámicas» de forma más integrada en el barrios.
Actualmente, según datos de la Delegación, hay activos entre 350 y 400 miembros de bandas urbanas violentes en territorio de la Policía Nacional y entre 200 y 250 en Guardia Civil. El 90% tiene nacionalidad española. Son cifras inferiores a las de hace un año, cuando la Policía tenía detectados 500 pandilleros y 350 la Guardia Civil en la Comunidad de Madrid.
Solo hay cuatro bandas que operan hoy en día en la región: los históricos Latin King y Ñetas –con poco peso y miembros en la actualidad–, los Dominican Don’t Play (DDP) y Trinitarios –los mayoritarios– y los Forty Twoo y los Blood, con escasa incidencia y hermanados con los Trinitarios. Están divididos internamente en foros o capítulos, con entre 15 y 20 integrantes cada uno.
Todos estos grupos reparten sus territorios y en algunos coexisten dos bandas y en ellos se producen más conflictos, como en Usera y Villaverde. Por su corta edad, se mueven en medios de transporte público, por lo que aquí también se producen incidentes. Los delitos más habituales son las riñas y las lesiones –con miembros de bandas rivales– y el robo con violencia e intimidación, que puede ser a cualquier víctima.
Se financian con las cuotas que cobran a los miembros de la banda, que pueden ir desde los 3 euros semanales hasta los 50 mensuales y con chantajes mafiosos a otros menores para evitar represaliados, a modo de pequeñas mafias. La Policía también ha detectado conexiones con venta de drogas o delitos mayores, como comprobaron en la operación ‘Sana’, una red de prostitución infantil desarticulada en enero en la que algunas de las víctimas eran niñas tuteladas, y varios detenidos eran DDP.
EL PLAN QUE «NO ACABA DE DAR RESULTADOS»
A pesar de todos los datos ofrecidos por la delegada del Gobierno, los pandilleros siguen actuando y cada vez de forma más atroz, como comprobamos en el crimen de Willy, en el que autor utilizó un arma de fuego, un salto cualitativo en su forma de actuar –generalmente utilizan armas blancas– que preocupa mucho a las autoridades policiales.
«El plan no acaba de dar los resultados esperados hace un año, que era terminar con la violencia estructural de estas bandas, como ya hicimos hace casi dos décadas con la actividad de los Ñetas y los Latin Kings. Quizá sea una cuestión de tiempo y constancia, pero vemos elementos que no nos gustan y entonces no existían», reconoce un experto policial a Europa Press.
Esos elementos son la gran implantación de las bandas en las canchas y entornos en los que se mueven los adolescentes de familias inmigrantes o de escaso poder adquisitivo. «Las bandas son para ellos una moda, siguen lo que hacen sus referentes en redes sociales e incluso hay raperos que les componen temas. Están normalizando algo que luego se convertirá en un infierno», esgrime.
Muchos chicos procedentes de familias desestructuradas o padres con mucho tiempo ausentes por grandes cargas de trabajo toman como referentes a los pandilleros que ejercen de referentes vitales. De esta forma, sufren «una gran presión» para acabar ingresando en la banda. «Y una vez dentro la escalada de violencia y delincuencia es muy rápida. Y lamentablemente solo se puede salir de esa espiral o en la cárcel o en el cementerio, o en el mejor de los casos mudándote de ciudad», explican las mismas fuentes./ Europa Press