Uno de los misterios persistentes de la pandemia de COVID-19 es por qué la mayoría de los niños tienden a experimentar menos síntomas que los adultos tras la infección por el coronavirus. Un estudio dirigido por la Universidad de Yale (Estados Unidos) y publicado en la revista ‘Immunity’ sugiere que la respuesta del sistema inmunitario que se produce en los raros casos en los que los niños experimentan reacciones graves tras la infección puede ofrecer una visión importante.
Mientras que muchos niños infectados por el virus son asintomáticos o no se diagnostican, aproximadamente uno de cada 1.000 niños experimenta una respuesta inflamatoria multisistémica (MIS-C) entre cuatro y seis semanas después de la infección confirmada por el SARS-CoV-2, el virus que causa la COVID-19.
La afección se caracteriza por una serie de síntomas, como fiebre, dolor abdominal con vómitos y/o diarrea, erupción cutánea y problemas cardiovasculares y neurológicos. Si se diagnostica a tiempo, la enfermedad se puede tratar fácilmente con inmunosupresores como los esteroides. Sin embargo, si no se trata, puede ser mortal.
«¿Por qué ocurre esto cuando no hay virus ni respuesta antiviral aún presente y en niños? ¿Y por qué sólo ocurre en los jóvenes?», se pregunta Carrie Lucas, profesora adjunta de inmunobiología en Yale y autora correspondiente del nuevo estudio.
En un análisis exhaustivo, Lucas y su laboratorio analizaron la sangre de niños con MIS-C, de adultos con síntomas graves de COVID-19 y de niños y adultos sanos. Descubrieron que los niños con MIS-C tenían firmas del sistema inmunitario distintas a las de otros grupos.
En concreto, los niños con MIS-C tenían altos niveles de alarminas, moléculas que forman parte del sistema inmunitario innato que se moviliza rápidamente para responder a todas las infecciones. Los resultados de otras investigaciones han sugerido que la respuesta del sistema inmunitario innato de los niños puede ser más fuerte que la de los adultos, una posible explicación de por qué generalmente experimentan síntomas más leves que los adultos después de la infección.
«La inmunidad innata puede ser más activa en los niños infectados por el virus. Pero, por otro lado, en raros casos puede acelerarse demasiado y contribuir a esta enfermedad inflamatoria», apunta Lucas.
También se descubrió que los niños diagnosticados con MIS-C presentaban una marcada elevación de ciertas respuestas inmunitarias adaptativas, que son defensas para combatir patógenos específicos (como el virus causante de la COVID-19) y que suelen conferir memoria inmunológica. Pero en lugar de ser protectoras, las respuestas producidas en estos niños afectados parecen atacar una variedad de tejidos del huésped, un sello distintivo de las enfermedades autoinmunes.
Lucas especula que la respuesta inmunitaria inicial en estos raros casos desencadena una cascada que daña los tejidos sanos, lo que a su vez los hace más susceptibles de ser atacados por los autoanticuerpos. Mientras tanto, las peculiares firmas del sistema inmunitario de la MIS-C podrían ayudar en el diagnóstico y las opciones de tratamiento temprano de los niños con alto riesgo de padecer el trastorno./ Europa Press