A casi cuatro meses de electa como presidenta de Argentina, Cristina Kirchner enfrenta su primer desafío en las protestas surgidas por el aumento de las retenciones al derecho de exportación de la soja y del girasol. El incremento del impuesto hasta un 44% ha puesto en pie de guerra a los agricultores. Esta semana dieron una tregua de un mes pero todo indica que la crisis continuará sin que Argentina mantenga una estabilidad a medio o largo plazo.
Esa es la opinión de los participantes en una mesa redonda celebrada en la Casa de América bajo el título: “Las caceroladas de Buenos Aires, nueva protesta social en Argentina”: Silvia Pisani, corresponsal del diario La Nación, de Argentina (en la foto, izquierda), y Joaquín Mirkin (derecha), director ejecutivo de la Fundación “Safe Democracy”. Moderó el debate Matías Ezequiel Garrido (centro), sociólogo argentino, doctorando en Estudios Iberoamericanos por la Universidad Complutense de Madrid.
Según el Ministerio de Economía argentino, las retenciones se aplican a los productos agropecuarios y agroindustriales, que suman el 3% de los ingresos del Estado, y buscan no sólo una mejor y más profunda redistribución del ingreso sino el superávit fiscal.
Al aumentar progresivamente el valor total de la venta de la soja y del girasol, cuyo precio internacional es bastante fuerte, también se da la posibilidad de comprar cuatro mil millones de dólares a fin de mantener a la alza el valor de esta moneda.
Por su parte, el sector agrario denuncia que estas medidas impositivas dañan su capacidad para generar ingresos, pues se reduce el precio de venta tanto de la soja como del girasol, cuyos usos son tan varios y necesarios en la producción de alimentos. Precisamente, haciendo uso de este factor es que dio inicio un pulso entre los empresarios y el gobierno, un enfrentamiento de poderes en el que la población ha llevado la peor parte al no estar abastecida de carnes, lácteos ni de otros alimentos al permanecer bloqueadas las carreteras.
La situación tomó el carácter de “piquete” poco después de que se iniciaran los paros productivos el pasado 13 de marzo. Hasta este momento, ya se han llevado a cabo tres “cacerolazos”, una potente arma de protesta social con que cuentan los argentinos y que, en diciembre de 2001, llevó a la renuncia al entonces presidente Fernando de la Rúa.
Por el momento hay tregua pero a menos de que el Gobierno emprenda un diálogo serio, no parece que haya a la vista una luz al final del túnel.