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España sí es país para viejos

España ha tomado una decisión respetable, pero poco previsora. Negar la nacionalidad a los hijos de ecuatorianos y chilenos nacidos en la Península, es parte de una política de innegable egolatría.

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en el año 2050 el 37% de la población española superará los 65 años. España se convertirá a mitad de esta centuria en el tercer país más viejo de los treinta que forman la OCDE, sólo por detrás de Japón (39,6%) y Corea (38,2%). El envejecimiento de la población española plantea para el organismo internacional un problema que se proyecta sobre la producción, ya que un 90,5% de la población serán personas inactivas, con los parámetros actuales, al sumar a los mayores de 65 años los menores de 15.

Estás estadísticas demuestran que España camina por una vía equivocada. Todo sabemos que con la incorporación de la mujer al mercado laboral la posibilidad de recuperar la poblacional activa es casi nula. En otras palabras, en los próximos años en España habrá más ancianos que niños; más jubilados que cotizantes a la Seguridad Social.

Los países pobres o en vías de desarrollo han sido la fábrica de mano de obra barata para las grandes potencias, pero no debemos olvidar que en dichos países la planificación familiar y las dificultades económicas han reducido significativamente el número de nacimientos, especialmente en este nuevo siglo, por lo que a corto plazo, la población dejará de crecer como hasta ahora. Esto conllevará a que las potencias económicas no tengan posibilidades de importar esa mano de obra.

Es innegable que la decisión de España responde a la cobardía de aceptar que la inmigración es un fenómeno necesario y fundamental para las grandes potencias económicas.

A esto hay que añadir la advertencia del gobernador del Banco Central Español, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, que el sistema de pensiones requiere de unas finanzas públicas saneadas ya que el peligro de quedar desfinanciada es eminente.

Solución. Los países desarrollados deben gobernar sin individualismos; pensando en un futuro beneficioso para todos. Ser solidarios, y educar a la población a no enfrascarse en un capitalismo encarnizadamente consumista. Mirar atrás para mejorar lo que se avecina.

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