Yolanda Floriano Fernández es una española que no sólo se dejó seducir por la forma de arreglar las uñas de las colombianas sino que incluso decidió aprender el oficio. Desde hace dos meses estudia en una escuela de manicura colombiana en Madrid. “Voy a abrir mi propia cabina de estética y por eso estoy aprendiendo a hacer la manicura como la hacen las colombianas. Eso me garantizará la satisfacción de las clientas”, señala.
Si se les pregunta a las manicuristas colombianas cómo han cautivado a las clientas españolas todas coinciden en que ha sido básicamente su delicadeza a la hora de trabajar. “En el mercado ya hay máquinas que permiten hacer decorados de manera rápida y sencilla pero yo prefiero decorar las uñas de forma manual. Cuando una persona me dice que le arregle las uñas lo hago como si fuera una obra de arte y procuro que me queden perfectas” dice Adriana Lucía Rivera Soto, una joven colombiana que desde hace 17 años trabaja la manicura.
Un oficio a domicilio
En Colombia es muy usual que la manicurista vaya a arreglar las uñas de las manos y de los pies a las mujeres en su propio domicilio, una o dos veces al mes. Es imposible decir cuántas mujeres en ese país suramericano se ganan la vida y sacan a sus familias adelante arreglando uñas. “Cuando era niña me encantaba acompañar a mi tía a hacer manicuras a domicilio. Me gustaba ver cómo se transformaban las manos. De aspecto áspero pasaban a ser como de azúcar, me parecía como magia” dice Lady Johanna Gil Torres, una chica de Colombia que acaba de graduarse como manicurista y que decidió estudiar para aprender mejor la técnica y poder vivir de ello. Ella, a diferencia de su tía, quiere abrir, algún día, un local especializado sólo en el arreglo de uñas. En España también son muchas las manicuristas colombianas que trabajan a domicilio especialmente entre sus paisanas latinoamericanas.
“Entiendo que no es fácil que una española te diga sin conocerte de nada que vayas a su casa a hacerle la manicura. Ellas prefieren ir a un sitio público donde tú trabajes” dice Adriana Lucía. Añade: “Aunque la colombiana prefiere trabajar a domicilio antes que conseguir un trabajo fijo en una peluquería. ¿La razón? La independencia. Una aprende a manejar su tiempo, va y viene sin darle razón a ningún jefe. La otra gran ventaja es que la ganancia es cien por cien para uno. Además hay muchas chicas que tienen este oficio como una forma de ganar dinero extra entre semana o en la noche cuando salen de trabajar”.
Para gustos, colores
María Valencia es la propietaria de la peluquería colombiana Nury en Madrid. Aquí atiende a muchas clientas españolas. Recuerda que al comienzo las hispanas eran reacias a probar con esmaltes de colores fuertes o dibujos pero ahora son ellas las que piden uñas de gel, en porcelana y todo tipo de decorados. “Según mis clientas”, dice María, “lo que nos diferencia de las manicuristas españolas es que ponemos mucho énfasis en la limpieza de la uña, en la hidratación y en la variedad de decorados”.
Como si fuera una premonición Adriana Lucía Rivera estudió manicura y pedicura en la Academia de Estudios Europeos en su ciudad natal, Pereira, en Colombia, y hoy se dedica a enseñar el oficio a chicas de diferentes nacionalidades que viven en España. Ella recalca a sus alumnas que deben trabajar con cariño y sin prisas a cada clienta. Indica: “Nosotras no nos limitamos sólo a quitar pellejos, correr la cutícula y aplicar esmalte sino que también nos preocupamos por hacer masaje en las manos o en los pies, en hidratarlos, en quitar las manchas y hasta hacer brillar si es necesario” puntualiza esta joven que vive en España desde hace ocho años.
Una de las pioneras en este oficio en Madrid es la colombiana Patricia Ríos Monzón pues ya lleva 20 años viviendo en este país y en este tiempo se ha ganado la vida haciendo manicuras. “En el año 1989 era poco común que las españolas fueran a la peluquería a hacerse las uñas y mucho menos aceptar que una desconocida fuera a su casa. Realmente se requería que algún conocido te recomendara para poder acceder a ellas. Pero las cosas han cambiado mucho”, señala. Dice Patricia que ya tuvo que ampliar sus estudios de manicurista que hizo en Colombia con un curso de uñas esculpidas en acrílico porque así las quieren ahora.
Salud más que vanidad
La manicurista colombiana Elizabeth Betancourt Patiño, que lleva 15 años en este oficio -de los cuales sólo ha trabajado seis meses en España- argumenta ante sus clientas que cuando se hacen la pedicura no es sólo la vanidad lo que están fomentando sino que también están contribuyendo con su salud. “Con una pedicura masajeo los pies de forma que activo puntos que combaten el estrés y activan la circulación. Eso sin contar lo importante que es que las uñas de los pies se corten correctamente para evitar que se entierren”, precisa. Y en lo que respecta a la manicura Elizabeth nos cuenta que cuando llega una clienta nueva a la peluquería Sophia, en la que trabaja en Madrid, le ofrece el servicio de manicura. “Una buena manicura incluye el peeling es decir que se remuevan las células muertas de las manos y masajearlas. Sólo de esta forma se logra que cambie el aspecto de las manos y no solo de las uñas” concluye Elizabeth.
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