Hace unos días, mientras caminaba por el parque de Aluche, encontré a doña Mariana, una compatriota que conocí en el vuelo que me trasladó de Quito a Madrid, en el año 2000. Fue una sorpresa compartida cuando nos vimos, puesto que nuestra amistad duró apenas once horas, justamente lo que duró el trayecto. Probablemente fue una casualidad, pero en lo poco que duró ese encuentro casual, pudimos compartir en esencia la experiencia que ha significado para los dos estos nueve años en España. Ella me describió con lujo de detalles los acontecimientos que le arrancaron lágrimas de dolor; aquellos tormentosos dos primeros años que permaneció sola en Madrid, hasta que pudo traer a su esposo e hijos.
Nueve años después, doña Marianita y yo, podemos conocer las cifras casi exactas de los ecuatorianos que tuvimos que decir adiós. Un millón de despedidas y detrás de todas ellas un rosario de desvelos, preocupaciones y desasosiego de los familiares y amigos que se quedaron.
Según la Organización Internacional para Migraciones, Ecuador registró entre 2000 y 2008 la migración de más de un millón de sus ciudadanos a Europa, en especial a España e Italia.
«El Banco Central de Ecuador estima que aproximadamente dos millones de ecuatorianos viven en la actualidad en el extranjero», dijo la portavoz de la OIM, Jemini Pandya.
Irónicamente aquel informe de la OIM da cuenta de que nuestro país es hoy destino de emigrantes de otros países.
“El informe identifica a Ecuador como país de destino de inmigrantes de otros países de América Latina especialmente de Colombia y Perú. Los ciudadanos colombianos llegan a Ecuador en busca de protección internacional, huyendo de la violencia de su país, apuntó.
De acuerdo con la información de ACNUR, Ecuador presenta el número más elevado de refugiados de todos los países de América Latina. Sólo en la última década, 250 mil colombianos atravesaron la frontera para llegar a Ecuador, alertó OIM.
Doña Marianita y yo somos parte de esas cifras que nos invita a preguntarnos día a día si ha valido la pena tanto esfuerzo y sacrificio, especialmente en estos momentos de crisis en los que los inmigrantes estamos en la mira de retornos voluntarios y de regresos forzados.