Tras una tensa y confusa jornada Ecuador vuelve a la calma.
El pasado jueves, 30 de septiembre, un grupo mayoritario de agentes de policía del país se rebelaron contra una serie de reformas laborales que, según ellos, los perjudican. Los agentes dejaron sus puestos y emprendieron protestas que incluyeron quema de neumáticos en las vías públicas. Fiel a su estilo dialogante -y populista- el presidente, Rafael Correa, se dirigió al Regimiento policial número 5 de Quito, el más grande del país, para hablar con los dirigentes policiales. Pero no pudo. Salió del lugar en medio de gases lacrimógenos y con muletas -aparentemente tenía una pequeña herida en una rodilla-. Y fue conducido al hospital policial. Allí al parecer fue retenido por agentes de policía hasta que el Ejército lo rescató. Según el ministro del Interior cinco personas (entre policías y militares) murieron en el tiroteo que se produjo para liberar al presidente. Posteriormente se dirigió a sus conciudadanos señalando que habría firmeza contra los sublevados. A última hora de la tarde del viernes centenares de militares custodian el Palacio de Carondelet mientras los policías retornaron a sus puestos desde la madrugada.
Todos los gobiernos de Latinoamérica así como los de España y Estados Unidos han manifestado en todo momento su respaldo a la institucionalidad democrática representada por Correa, elegido en las urnas.
En ciudades españolas como Madrid y Barcelona decenas de ecuatorianos se congregaron para manifestar su respaldo a Rafael Correa.
¿Intento de golpe de Estado?
Según Correa fue un intento de golpe de Estado. Según otras interpretaciones fue una revuelta policial que el Gobierno presentó como una intentona golpista tras obligar a todas las cadenas de radio y televisión a emitir audio e imágenes del suceso únicamente de la radio y la televisión públicas luego de decretar el estado de excepción, situación que obliga a una llamada «censura previa».
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