Por: Víctor Sánchez Rincones
Enviado Especial
Ocio Latino-. Lo que no me gusta de los viajes a Estados Unidos es siempre la incertidumbre. Son muchas horas de vuelo y casi siempre, antes de tomar ese avión, deseo regresar a la tranquilidad de mi hogar. Pero hay que tomar decisiones muchas veces, y embarcarse a lo desconocido, casi siempre con el deseo de que todo lo vivido repercuta en el trabajo periodístico, en los encuentros con expertos en el mundo de la música, en sumar nuevas experiencias a una vida que no deseas que sea monótona y esclava de la rutina.
¿Por qué nos embarcamos en ese avión a los Billboard? La repuesta es simple: y la resumo en sus conferencias o paneles. Casi siempre detrás de estos eventos se mueve lo mejor de la industria musical, y sumado a ello, los más importantes artistas del momento participan en los mismos.
El año pasado los Billboard se celebraron en Miami, pero en esta oportunidad el viaje fue más largo y extenuante: Las Vegas, la ciudad de los casinos, de la lujuria, donde todo está permitido. Por eso el slogan que identifica su universo: «lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas».
Por eso esta ciudad es también la capital mundial de las convenciones. Las hay de todos los colores y sabores, y en esta ocasión los Billboard se suma a esta cadena de eventos que atrae a millones de visitantes anualmente y deja a la ciudad millones de dólares.
Pero apartando el placer, el alcohol, y lo que significa Las Vegas para Estados Unidos, esta ciudad para el visitante es deslumbrante, pero también como dice la canción de Rubén Blades, es una ciudad plástica.
Todo lo que se mueve en Las Vegas es consumismo brutal, despiadado. Sus casinos, a pesar de un atentado en el que hubieron más de 500 heridos y una decena de muertos, la capital del juego no murió, por el contrario, «siguió más avasallante y con más poderío», me contó un conductor de Uber, quien remató que a pesar de la tragedia, la ciudad no ha disminuido el número de visitantes.
Y es que Las Vegas es una urbe extraña, nada normal con la cotidianidad, porque todo lo que gira a su alrededor, no se vive en la calle, sino todo lo contrario: su universo, ese que atrae a millones de personas cada año, tiene un lugar con un peso social significativo y son sus hoteles bestiales, impresionantes, donde uno se pierde a cada rato. Recorrerlos se convierten en una odisea. Sea de mañana o de madrugada los mimos están a reventar porque el juego genera a esta ciudad millones de dólares, los cuales convierten a Las Vegas en la capital que más dinero genera al desarrollo de esta gran urbe.
Las Vegas es, literalmente, una sobredosis para los sentidos. Después te percatas de que a todo eso te acostumbras pero el aturdimiento no desaparece. Y entonces, de repente, paseando por el Strip, la sección del Las Vegas Boulevard donde se alinean a ambos lados los hoteles más famosos, donde brotan torres eiffeles, pirámides y palacios, donde lucen las fuentes saltarinas del Bellagio, donde centenares de personas caminan arriba y abajo buscando los neones de colores. En Las Vegas el futuro no existe. Aquí nunca llega del todo. Se vive en un presente histórico continuo.
Hoy, arrancan los Billboard, en un uno de esos hoteles, The Venetian, que en su entrada principal tiene un canal con góndolas y remeros, que asemejan a la real que está en Italia. Ayer fueron las entregas de las credenciales a los medios, y hoy arranca definitivamente un evento que cada vez más deslumbra a sus participantes, al igual que esta ciudad que nunca duerme, y que desde ya se convierte en el epicentro de la música latina en el mundo.