Ser mujer y elegir migrar entraña múltiples riesgos y desafíos, diferentes a los que enfrentan los hombres, y están asociados a los recorridos o al recibimiento en los países de acogida, circunstancias que también pueden sumarse a su bagaje personal, su mochila de vivencias y por qué decidieron emprender el viaje.
Las mujeres representan algo menos de la mitad de la población mundial de migrantes internacionales: son, según datos de 2020 recopilados por Naciones Unidas, 135 millones, es decir, el 48,1 por ciento. Además, han disminuido desde el 49,4 por ciento del año 2000 hasta el 48,1 por ciento actual.
En el caso específico de América Latina y el Caribe, las mujeres representan el 50,8 por ciento de las personas migrantes. En esta región del planeta, «las estructuras de desigualdad sobre las que se construyen las relaciones sociales impactan en la migración femenina», resume la miembro del Punto Focal Regional de Género de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) para América del Sur Alba Goycoechea.
Goycoechea, en una entrevista concedida a Europa Press, diferencia entre el contexto económico y las relaciones de género para arrojar luz sobre por qué migran las mujeres. En referencia al contexto económico, la experta destaca que la falta de oportunidades y las desigualdades económicas en el país de origen son, para muchas mujeres, un motivo para emprender este viaje.
Por otra parte, las relaciones de género también representan un motivo para la migración. «Constituye, en muchos casos, una oportunidad para el logro de su autonomía económica y, en muchos casos, física», puntualiza la experta, que ha puesto el foco en que las mujeres pueden decidir abandonar sus hogares «para escapar de formas de violencia basada en género, la negación de oportunidades educativas o laborales o la negación de poder decidir sobre sus propias vidas».
CÓMO ES MIGRAR PARA UNA MUJER
«En una crisis migratoria, las mujeres deben enfrentar múltiples riesgos y desafíos», resume Goycoechea, que tilda de «difícil» definir la ruta más peligrosa para las mujeres migrantes de Latinoamérica y el Caribe. Uno de los factores más importantes es el desmembramiento de las familias sobre todo en el tránsito migratorio, que ocasiona que «se debiliten los lazos afectivos y de protección».
Esto, en última instancia, aumenta la «vulnerabilidad» a «prácticas abusivas y/o discriminatorias, acoso y violencia sexual y explotación por parte de tratantes y traficantes, entre otros».
El riesgo de sufrir estas prácticas no acaba a la llegada al país de destino y, por el contrario, las migrantes se ven expuestas a ellas en las comunidades de acogida. «No solamente por ser mujeres, sino también por ser migrantes», puntualiza la experta de la OIM, alertando de que, si se incorporan otras categorías, como el origen étnico, racial o de diversidad sexual, la discriminación puede ser «aún mayor».
En general, «la migración de las mujeres no puede abordarse sin hacer referencia a la violencia», asevera Goycoechea. «La naturalización de la violencia basada en género en la región constituye uno de los factores causantes de la migración», reitera. «Su trayecto, desde el momento de salida hasta después de haber ingresado al destino final, está expuesto a situaciones de violencia basada en género», añade, incluyendo la trata de personas.
«Esta situación se acrecienta en niñas, adolescentes, jóvenes, adultas mayores, indígenas, afrodescendientes, rurales, LGTBI y mujeres con discapacidad», lamenta.
En este contexto, Goycoechea remarca el papel de las redes de apoyo, tanto en países de origen como países de destino, para mejorar la experiencia migratoria. «Estas redes aportan recursos económicos, pero también de información y soporte al proceso migratorio», afirma, aunque reconoce que no en todos los casos las mujeres cuentan con esta ayuda.
Tal y como cuenta Goycoechea, la violencia, los riesgos y los desafíos no acaban al llegar al país de destino y, en este contexto, las mujeres se enfrentan a otros peligros que se concretan en su condición de migrantes y mujeres y, al tiempo, pueden dirigirse al ámbito económico.
«Las experiencias que viven las mujeres migrantes en los países de acogida están condicionadas a las relaciones de género preexistentes en el país en cuestión, pero también sobre las percepciones que se tengan de la migración en general», comenta, centrándose en cuando amplios sectores sociales conciben a los migrantes como una «amenaza» para el empleo y no como «complementariedad».
En este punto, hay que mencionar la división sexual del trabajo entre hombres y mujeres que «atrae a mano de obra femenina principalmente para empleos en sector servicios y la gran industria del cuidado, que en muchos casos son parte de la economía informal y menos regulada», subraya.
Así, estas mujeres están «sobrerrepresentadas en algunas ocupaciones, caracterizadas en su mayor nivel de precariedad laboral, menores salarios, menor protección social y de derechos laborales». Goycoechea recuerda que uno de los sectores de inserción laboral de las mujeres migrantes son los servicios personales, particularmente el cuidado de niños, ancianos, personas enfermas y dependientes y el mantenimiento de hogares. Para estas tareas muchas veces están sobrecualificadas.
Según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), del total de personas trabajadoras del hogar remuneradas en América Latina, un 17,2 por ciento son migrantes, siendo un 73,4 mujeres.
Por otra parte, y en el caso de mujeres que estén en un contexto de alta vulnerabilidad, pueden en muchos casos caer en manos de empleadores abusivos y experimentar, de nuevo, situaciones de violencia física y sexual.
Por lo tanto, según comenta la experta, el acceso a oportunidades para regularizar su situación migratoria y acceder a oportunidades de perfeccionamiento en el campo laboral es, pues, fundamental.
VISIBILIZARLAS, EL PRIMER PASO
Cuestionada sobre cómo se puede proteger mejor al colectivo de las mujeres migrantes, la experta de la OIM pone en valor que un paso importante, no solamente para gestionar mecanismos para la protección de las mujeres migrantes, sino también para poner en evidencia sus contribuciones para la región de América Latina, es «visibilizar» a las mujeres migrantes en todo el ciclo migratorio.
Es decir, «entendiendo su contribución económica, social y cultural en la sociedad receptora», aclara. «Se deben hacer esfuerzos adicionales en materia de registro de datos migratorios, pero también investigaciones sólidas y sensibles al género, a la vez que mejorar las medidas de recolección, adquisición y análisis de datos», completa.
Por otro lado, Goycoechea urge a continuar realizando esfuerzos para «eliminar todas las formas directas e indirectas de discriminación contra la mujer en todas las etapas de la migración, incluyendo las intersecciones, como el origen étnico, situación migratoria, orientación sexual e identidad de género, entre otras».
Finalmente, y en concordancia con los compromisos internacionales, la experta de la OIM menciona las capacidad de responsables políticos y órganos de toma de decisiones para garantizar que promuevan y protejan «adecuadamente» los derechos de las mujeres migrantes en sus planes de desarrollo económico y social, la gobernanza de las migraciones y la gestión laboral. / Europa Press
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