Los atentados del 11M se saldaron con 192 fallecidos y casi 2.000 heridos, pero a los sanitarios y personal de emergencias que trabajaron aquel día la tragedia también les marcó la vida.
Todos ellos coinciden al afirmar que por su profesión estaban acostumbrados a vivir situaciones dramáticas e impactantes pero nadie estaba preparado para una cosa así. Para todos hay un antes y un después de aquello.
El 11 de marzo de 2001 Ervigio Corral era el jefe del SAMUR. Esa mañana estaba aparcando el coche en el trabajo cuando recibe una alerta de los jefes de guardia en el que le avisan de que ha habido unas explosiones en Atocha, «inmediatamente un conductor y yo nos dirigimos hacia allí y cuando estábamos a la altura del Paseo de las Delicias recibo la noticia de una bomba en Santa Eugenia».
En ese momento se dan cuenta de que estaban ante algo diferente a lo que habían vivido hasta ese momento «desgraciadamente estábamos acostumbrados a los atentados de ETA, pero esto tenía otra dimensión, así que ya en el coche empezamos a tomar medidas organizativas, como dividir el servicio en tres partes porque una tenía que seguir atendiendo a Madrid y las otras dos a Atocha y Santa Eugenia».
La situación era ya muy complicada, pero aún iba a empeorar más porque cuando Corral estaba ya sobre el terreno en Atocha recibe la noticia de que hay un nuevo foco en El Pozo y un poco más tarde en la calle Téllez.
El responsable del SAMUR ha indicado que ellos ya tenían una preparación especial para atender atentados con múltiples víctimas debido a la experiencia con los duros atentados de ETA, también por ese motivo contaban con muchos recursos materiales pero esto era mucho más de lo que podían imaginar «fueron cuatro focos al mismo tiempo, así que en los 15-20 primeros minutos la situación nos sobrepasó porque al final una catástrofe es una desproporción entre necesidades y recursos».
Corral ha explicado que el hecho de que SAMUR sea un servicio no solo de emergencias, sino también de catástrofes hizo que pudieran dividirse para atender a todos en muy poco tiempo «prácticamente nos cuadruplicamos a la hora, por lo que pudimos dar una respuesta más o menos proporcionada», aunque con cierto pesar reconoce que «nunca podía ser perfecta porque lo que nos encontramos fue una barbaridad, en ningún lugar del mundo se había dado una situación de tener que atender a 350 pacientes críticos separados en la distancia». Fue «muy, muy complicado», pero lo cierto es que en tan solo 2 horas 50 minutos el último paciente ingresaba en el hospital.
Luis Barcenilla era uno de los jefes de guardia de los Bomberos del Ayuntamiento de Madrid la mañana del 11M, pero ese día libraba «estaba desayunando en casa cuando al poner la televisión sobre las 8.40 ví lo que estaba pasando y llamé a la central para preguntar cuál era el mejor sitio para incorporarme, me dijeron que Atocha y me fui para allá pero en esos momentos la ciudad ya estaba colapsada así que dejé mi coche mal aparcado con una nota para que no se lo llevara la grúa y llegué como pude».
La hora en la que se produjeron las primeras explosiones coincidió con que estaban a punto de salir los que habían trabajado de noche y entraban los del turno siguiente por lo que «teníamos doble personal». Pero además había una plena disposición y deseos de ayudar por parte de todo el cuerpo «nos presentamos más de 200 bomberos en Atocha, de hecho una de mis labores fue organizar a todos esos bomberos, tuve que decir a muchos de ellos que se marcharan porque ya éramos muchos los que estábamos de forma voluntaria y recuerdo a muchos compañeros muy enfadados porque los tuve que mandar a casa».
COORDINACIÓN DE EQUIPOS
Ambos coinciden en señalar que el 11M marcó un antes y un después en el trabajo y coordinación de los servicios de emergencias.
El jefe del SAMUR en aquel momento es categórico en este aspecto «absolutamente, lo cambió todo» y explica que a raíz del 11M muchos países de Europa y Estados Unidos requirieron a los servicios de emergencias de Madrid para que contaran su experiencia y las lecciones aprendidas «ahí nos dimos cuenta de que ni París ni Londres ni muchas otras ciudades estaban preparadas porque nadie había pensado que podía pasar una cosa como ésta».
Y en este punto vuelve a recordar que Madrid era la mejor preparada «porque a la fuerza ahorcan», recordando los años de plomo con ETA como protagonista. A partir de entonces fueron muchas las ciudades que empezaron a cambiar sus procedimientos para catástrofes y se dotaron de más recursos personales y materiales.
Por su parte Barcenilla, que ahora es supervisor de guardia de los bomberos, coincide con su compañero en que estaban preparados para intervenciones de ese estilo aunque nunca se habían tenido que enfrentar a una en la que estuvieran implicados múltiples vehículos y víctimas como ocurrió en los atentados de aquel día, «es cierto que al principio fue un caos porque empezaron a entrar llamadas sin parar y porque habían sido cuatro bombas a la vez en Madrid», pero todo funcionó como tenía que hacerlo aunque reconoce que han mejorado en la coordinación.
RECUERDO IMBORRABLE
De esos primeros momentos en la terminal de Cercanías, el jefe del Samur recuerda «un sitio con un silencio espantoso con gente que no podía hablar y que salían de allí mientras nosotros entrábamos sin saber si habría más explosiones».
Corral asegura que todos los que trabajaron ese día intentan olvidarlo pero «no puedes borrarlo, lo tienes ahí en una parte del cerebro archivado intentando que no salga mucho».
Los trabajadores del SAMUR están acostumbrados a la muerte y al dolor porque conviven diariamente con ello por eso los peores recuerdos que tienen la mayoría están más relacionados con las familias con las que estuvieron en el IFEMA que con los propios fallecidos.
Al recinto ferial iban llegando las familias que no habían encontrado a sus seres queridos en los hospitales y llegaban destrozadas pero con una mínima esperanza, la que nunca se pierde. «Lo que a nosotros nos conmovió más en esos días fue el trato con los familiares, el hecho de que en las primeras 24 horas tuviéramos que dar esa terrible noticia a casi 140 familias, una a una según se iban identificando los cadáveres».
UN ATENTADO QUE MARCÓ A TODOS PARA SIEMPRE
Para todos ellos el 11M es una fecha complicada, delicada, especial… son muchos los adjetivos que se podrían utilizar pero ninguno consigue definir la realidad de los sentimientos de todos aquellos que dieron lo mejor de sí mismos para ayudar a los demás «es una fecha que nunca olvidaremos, es raro que entre nosotros hablemos de ello, pero cada uno de nosotros sabe lo que vivió y tiene esa experiencia, está claro», dice el jefe del SAMUR.
Por su parte el jefe de guardia de Bomberos de Madrid dice que la palabra que mejor define lo que siente cuando llegan fechas como ésta es tristeza, que es lo que sintió en el momento en que llegó a Atocha «el recuerdo de cuando entré allí es de una inmensa tristeza» y de frustración por no haber podido ayudar más «nuestro trabajo fundamentalmente fue ayudar a la gente a salir y a retirar material». Barcenilla recuerda sobre todo «el silencio que había en Atocha, las manchas de sangre y sobre todo el olor», un olor indescriptible que se le quedó grabado para siempre./ Europa Press